¿Sin escapatoria?

La relación de las personas con los dispositivos digitales y las redes sociales se ha convertido en una dependencia de amor-odio. La aceleración derivada de la pandemia supuso un punto de inflexión para la digitalización de todos los aspectos de nuestro día a día. Ahora, es momento de analizar los riesgos y equilibrar la balanza entre lo que el mundo digital nos quita y lo que nos aporta. 

Los códigos han cambiado. Estamos digitalmente saturados. El sometimiento a las redes sociales es real y el reflejo de las pantallas debilita nuestra capacidad de atención y socialización más allá de unos cuantos likes.  Como resultado, en la actualidad impera un modelo de comunicación basado en los algoritmos. Frente a las emociones, hay una lucha por “ser los más guapos”. La vida virtual se impone y los humanos corren el riesgo de perderse ante el exceso digital. 

Pero, ¿nos hemos parado a pensar qué uso le estamos dando a la tecnología? Está tan integrada en nuestro día a día que no nos damos cuenta de cómo interfiere con otros aspectos de nuestra rutina. Ante esto, surge un contramovimiento. Las personas consumidoras son conscientes de la necesidad de desconexión y apuestan por un uso digital mesurado y auténtico. Reclaman un mundo sin filtros. Una vuelta momentánea al pasado que le permita conectar mejor con el presente.

Horas de media que pasaban al día un total de 9.000 personas adolescentes encuestadas para un estudio llevado a cabo por la Universidad de Málaga.

Número de horas diárias a las que ha limitado el Gobierno de China el uso de videojuegos en línea para menores de 18 años desde 2021.

Porcentaje de juventud entre 14 y 18 años que usa Internet de manera compulsiva, según el Observatorio Español de Drogas y Adicciones.

Personas de la generación Z que utiliza TikTok o Instagram para realizar búsquedas, en lugar de Google o Maps.

Crecer a través de la pantalla

La preocupación por el excesivo uso de los dispositivos digitales se agrava entre la juventud. La protección digital de la infancia es un tema prioritario para las principales entidades y gobiernos. Los programas y herramientas de educación tratan de adaptarse a la cambiante realidad digital a la que se enfrenta la población más pequeña ¿Con éxito? 

La realidad es que el público mayoritario del mundo digital es joven. Según un estudio publicado por Unicef, los menores tienen móvil desde los 11 años y uno de cada tres está enganchado a internet y a las redes sociales, a las que se conectan todos o casi todos los días

Una situación preocupante. Voces expertas alertan de que mantenerse “enganchado/a” a los dispositivos digitales desde una edad tan temprana puede generar incompatibilidades con la vida cotidiana. Entre los motivos, la propia juventud reconoce que acuden por soledad o por falta de conexión con los códigos tradicionales que se ven en otros canales de comunicación. Los medios ya no interesan y los buscadores como Google quedan en un segundo lugar frente a TikTok. 

En cuanto a referentes, vuelcan su confianza en influencers que se alejan de sus realidades: la brecha de edad y de recursos económicos es muy amplia, lo que genera frustración y deriva en graves problemas de autoestima y salud mental. 

Segmentos de población adulta y marcas pasan a la acción y aparecen nuevas herramientas de control de privacidad y seguridad que buscan revertir los daños causados y reeducar al público más joven, pero también a sus responsables, en el uso de los dispositivos digitales.

Spotlights

  • Ante el lenguaje del algoritmo, cada vez se da más valor a la calidad del contenido y a las relaciones reales por encima del ruido y la desinformación. 
  • Las principales redes sociales facilitan herramientas para el control parental que utilizan los mismos códigos que la juventud, facilitando la conexión entre ambos segmentos. 
  • Surgen nuevas alternativas en los dispositivos digitales que mantienen activa la conexión, pero atenúan los efectos negativos de los excesos. 
  • El postureo agota ya a muchas personas y cada vez apuestan más por apps con contenido real, sin filtros, para generar una red de más auténtica y cercana. 

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