Please, stop the music

Tras los años de pandemia, las personas han buscado aumentar sus momentos de interacción social. La necesidad de desenfreno hedonista y de aumentar el gasto económico en ocio se ha visto reflejada en el auge de distintos eventos y espectáculos. 

Una tendencia en la que convergen dos movimientos. Una parte de la sociedad está agotada. La otra, lanzada a la euforia del momento. Hemos pasado de la restricción al exceso sin apenas parpadear y, en determinados momentos, esto nos ha pasado factura; el cuerpo pide ahora un poco de calma

La explosión del concepto “festival” ha generado un desplazamiento del ocio nocturno tradicional hacia la idea de evento: más días de fiesta en un ambiente creado para los sentidos. En este sentido, España se ha convertido en uno de los referentes en número de festivales en su territorio. El boom de este tipo de encuentros lleva a voces expertas a hablar ya de burbuja, a la que se le empiezan a ver los agujeros. 

La oferta de festivales no para de crecer. No obstante, de manera paralela, se ponen en cuestión la calidad de los mismos y denuncian que las condiciones en las que se desarrollan no siempre son las ideales: reventa de entradas, aforos extralimitados, estado insalubre de los espacios para pernoctar, exigencias en las condiciones de pago, políticas poco sostenibles…

Una situación que, sumada a la saturación festiva, pone en riesgo la viabilidad del sector a largo plazo. ¿Vale todo rápido y mal? Los festivales y otras fiestas se han convertido en eventos de primera línea entre la población más joven y adulta; está por ver si priorizarán calidad a cantidad.

Trend Axes

  • Excess
  • Mega events
  • Festival bubble
  • No-party policy

La última, ¿y nos vamos?

Las fiestas tradicionales se vuelven cada vez más opulentas y excesivas. Todo aquello que se celebra parece tener la obligación de convertirse en memorable y la organización de este tipo de eventos se centra más en impresionar a las personas invitadas que en el disfrute personal. 

Ejemplo de ello es el sector nupcial. Tras el parón pandémico, el boom del amor se abre paso. Las opciones son infinitas y las empresas proveedoras se frotan las manos ante la predisposición de las parejas para conseguir “la boda del año”. Un sector puntero, sin duda, que en España, el año anterior a la pandemia, ya dejó cerca de 3.500 millones de euros anuales, según la consultora SingularCover. 

Y no solo con lo que se refiere al día la boda. La herencia estadounidense ha popularizado entre las personas consumidoras la celebración eufórica de despedidas, prebodas y pedidas de mano. 

Un comportamiento derivado, en parte, por la necesidad forzosa de retransmitir nuestro frenético ritmo de vida a través de las redes sociales. La sensación de no perderse nada, de estar en todas las fiestas épicas no tendría sentido para muchos y muchas si luego no queda registrado en Instagram. 

Los eventos apelan cada vez más a lo emocional para conectar con personas, aunque tienen ganas de frenar y descansar, nunca dirá que no a celebrar y a una última fiesta. 

Spotlights

  • Hemos pasado de la restricción al exceso en cuestión de días y esto ha pasado factura. Muchas personas quieren frenar y sienten que su cuerpo les pide un poco de calma. 
  • Sectores como el nupcial están al alza y se popularizan todo tipo de productos y facilidades para conseguir que la celebración de la boda sea un recuerdo épico.
  • Las fiestas son cada vez más extravagantes y excesivas debido, en parte, a la necesidad de retransmitir un frenético ritmo de vida a través de redes sociales.
  • El boom de los festivales copa todos los eventos festivos. Frente a la creciente oferta, la calidad de estos espectáculos baja, poniendo en peligro la viabilidad del sector. 

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El desenfreno festivo pasa factura.